por

Pulgarcita: El Cuento de Andersen Completo

09/12/2025
16 min de lectura
Pulgarcita - El cuento de Andersen completo
Pulgarcita - El cuento de Andersen completo

Pulgarcita es uno de los cuentos más encantadores de Hans Christian Andersen, publicado por primera vez en 1835. Esta historia narra las aventuras de una niña diminuta, no más grande que un pulgar, que nace del interior de una flor mágica. A través de su viaje, Pulgarcita enfrenta peligros, conoce criaturas extraordinarias y busca su lugar en el mundo. Un cuento lleno de ternura que ha cautivado a generaciones de lectores con su mensaje sobre la perseverancia y el destino.

Cuento de Pulgarcita

Había una vez una mujer que deseaba con todo su corazón tener un hijo, pero por más que lo intentaba, no podía tenerlo. Un día, decidió visitar a una vieja hechicera para pedirle ayuda.

—Dame un hijo, aunque sea pequeñito —suplicó la mujer.

La hechicera le entregó un grano de cebada muy especial y le dijo:

—Plántalo en una maceta y verás lo que sucede.

La mujer agradeció el regalo, plantó el grano y lo regó con cariño todos los días. Pronto brotó una hermosa flor, parecida a un tulipán, con sus pétalos cerrados.

—¡Qué flor tan bonita! —exclamó la mujer, y besó los pétalos.

En ese momento, la flor se abrió con un suave chasquido. En su interior, sentada sobre los estambres verdes, había una niña diminuta y delicada, no más grande que un pulgar. Por eso la mujer la llamó Pulgarcita.

La cáscara de una nuez barnizada se convirtió en su cuna, los pétalos de violeta en su colchón y un pétalo de rosa en su cobija. Durante el día, Pulgarcita jugaba sobre la mesa en un plato lleno de agua, donde navegaba usando un pétalo de tulipán como bote y dos crines de caballo blanco como remos. Era la criatura más encantadora que se pudiera imaginar.

Una noche, mientras Pulgarcita dormía en su cunita de nuez, un horrible sapo entró por la ventana rota. Era un sapo grande, húmedo y feo.

—¡Esta sería una esposa perfecta para mi hijo! —croó el sapo.

Tomó la cáscara de nuez donde dormía Pulgarcita y saltó con ella hacia el jardín, hasta llegar al arroyo donde vivía con su hijo. El hijo del sapo era aún más feo que su madre: gordo, viscoso y con ojos saltones.

—¡Croac, croac, croac! —fue todo lo que pudo decir al ver a la hermosa Pulgarcita.

—No hables tan fuerte o la despertarás —dijo la madre sapo—. Podría escapar, pues es ligera como una pluma. La dejaremos en una hoja de nenúfar en medio del arroyo mientras preparamos la casa para la boda.

Los sapos colocaron a Pulgarcita sobre una gran hoja verde en medio del agua y se fueron. Cuando la pequeña despertó y vio dónde estaba, comenzó a llorar amargamente. Estaba rodeada de agua por todos lados y no podía escapar.

Los pececillos del arroyo habían escuchado lo que dijo el viejo sapo y asomaron sus cabezas para ver a la pequeña prisionera. Les pareció tan hermosa que sintieron pena de que tuviera que casarse con el feo sapo. Se reunieron alrededor del tallo verde que sostenía la hoja y lo mordieron hasta cortarlo.

La hoja de nenúfar flotó arroyo abajo, llevando a Pulgarcita lejos, muy lejos, donde los sapos no pudieran alcanzarla. Pulgarcita navegó por lugares desconocidos mientras una hermosa mariposa blanca revoloteaba a su alrededor. La pequeña se quitó el cinturón y ató un extremo a la mariposa y el otro a la hoja, que así avanzaba mucho más rápido.

De pronto, un gran escarabajo la vio, y atraído por su belleza, la agarró con sus patas y voló con ella hasta un árbol. El pobre insecto pensó que Pulgarcita era la criatura más hermosa del mundo, pero cuando los otros escarabajos la vieron, movieron sus antenas con desprecio.

—¡Solo tiene dos piernas! ¡Qué fea es! —dijeron las escarabajas hembras.

El escarabajo que la había raptado terminó creyendo que era fea de verdad y la abandonó al pie de una margarita. Pulgarcita lloró porque la llamaron fea, aunque en realidad era la criatura más encantadora que uno pudiera imaginar.

Todo el verano vivió sola en el gran bosque. Se tejió una cama con briznas de hierba y la colgó bajo una gran hoja para protegerse de la lluvia. Se alimentaba del néctar de las flores y bebía el rocío que cada mañana aparecía sobre las hojas.

Pasó el verano y llegó el otoño. Las hojas cayeron de los árboles, la hoja que la protegía se marchitó, y Pulgarcita comenzó a sentir un frío terrible. Su ropita se rasgó y ella, tan pequeña y delicada, estaba a punto de morir congelada. Comenzó a nevar y cada copo que caía sobre ella era como si a nosotros nos vaciaran un balde de nieve encima.

Se envolvió en una hoja seca, pero no le daba calor. Tiritando, caminó hasta el lindero del bosque y llegó a un campo de trigo que ya había sido cosechado. Para ella era como un enorme bosque de tocones. Temblando de frío, llegó hasta la puerta de una ratona de campo que vivía bajo las raíces del trigo.

La ratona tenía una casita cálida y acogedora, con una despensa llena de grano y una hermosa cocina.

—Pobre pequeña —dijo la ratona al verla—. Entra y caliéntate junto a mi estufa. Compartirás mi comida.

Pulgarcita le cayó muy bien a la ratona, así que le hizo una propuesta:

—Puedes quedarte conmigo todo el invierno si me ayudas a mantener limpia la casa y me cuentas historias, pues me gustan mucho.

Pulgarcita aceptó encantada y fue muy feliz con la amable ratona de campo.

—Pronto tendremos un visitante —anunció la ratona un día—. Mi vecino viene a verme todos los días. Es aún más rico que yo; tiene grandes salones y usa un hermoso abrigo de terciopelo negro. Si te casaras con él, estarías bien provista. Pero está ciego, así que tendrás que contarle las historias más bonitas que sepas.

El vecino era un topo. Vino a visitarlas con su abrigo de terciopelo negro. Era rico y sabio, según la ratona, y su casa era veinte veces más grande que la suya. Pero el topo no soportaba el sol ni las flores, y hablaba mal de ellos porque nunca los había visto.

Pulgarcita tuvo que cantar para él, y el topo se enamoró de su hermosa voz, aunque no dijo nada porque era muy prudente.

El topo había cavado un largo túnel que conectaba su casa con la de la ratona. Les dio permiso para pasear por él cuando quisieran, pero les advirtió que no se asustaran del pájaro muerto que había en el pasaje. Era un pájaro entero, con plumas y pico, que seguramente había muerto hacía poco, justo donde él había excavado el túnel.

El topo tomó en su boca un trozo de madera podrida que brillaba como fuego en la oscuridad y las guió por el túnel. Cuando llegaron donde yacía el pájaro muerto, el topo empujó el techo con su ancho hocico hasta hacer un agujero por donde entraba la luz del día. En el suelo había una golondrina con sus hermosas alas pegadas a los costados, la cabeza y las patas recogidas bajo las plumas. El pobre pájaro seguramente había muerto de frío.

Pulgarcita sintió mucha pena. Amaba a los pajaritos que habían cantado para ella durante el verano. Pero el topo lo empujó con sus cortas patas y dijo:

—¡Ya no cantará más! Qué miserable debe ser nacer pájaro. Gracias a Dios ninguno de mis hijos será pájaro. Un pájaro no tiene nada más que su canto, y en invierno se muere de hambre.

La ratona asintió, pero Pulgarcita no dijo nada. Cuando los otros se alejaron, se inclinó, apartó las plumas que cubrían la cabeza del pájaro y besó sus ojos cerrados.

“Quizás fuiste tú quien cantó tan dulcemente para mí en verano”, pensó. “Cuánta alegría me diste, querido pajarito.”

Esa noche, Pulgarcita no podía dormir. Se levantó y tejió una manta grande y hermosa con heno. La llevó al túnel y arropó al pájaro con ella, cubriéndolo por todos lados para que estuviera caliente en la fría tierra.

—Adiós, hermoso pajarito —susurró—. Gracias por las canciones del verano, cuando los árboles estaban verdes y el sol nos calentaba.

Apoyó su cabeza sobre el pecho del pájaro, pero se sobresaltó al oír algo: ¡tum-tum! Era el corazón del pájaro. La golondrina no estaba muerta, solo estaba entumecida por el frío, y el calor la había revivido.

Pulgarcita tembló del susto. El pájaro era enorme comparado con ella, que solo medía una pulgada. Pero reunió valor, arropó mejor a la golondrina con la manta y le trajo una hoja de menta que ella usaba como cobija para ponérsela en la cabeza.

A la noche siguiente, Pulgarcita volvió a escondidas al túnel. El pájaro estaba mejor, pero muy débil. Abrió los ojos por un momento y vio a Pulgarcita, que sostenía un trozo de madera brillante porque no tenía otra linterna.

—Gracias, pequeña niña —dijo la golondrina—. Me has calentado maravillosamente. Pronto recuperaré mis fuerzas y podré volar de nuevo bajo el cálido sol.

—Pero afuera hace mucho frío —respondió Pulgarcita—. Está nevando. Quédate en tu cama caliente y yo te cuidaré.

Le llevó agua en un pétalo de flor. La golondrina bebió y le contó cómo se había desgarrado un ala en un arbusto de espinas y no pudo volar tan rápido como las otras golondrinas cuando emigraron a los países cálidos. Cayó al suelo y no recordaba nada más.

Todo el invierno, la golondrina permaneció en el túnel. Pulgarcita la cuidó con cariño y no le dijo nada ni al topo ni a la ratona, porque no querían al pobre pájaro.

Cuando llegó la primavera y el sol comenzó a calentar la tierra, la golondrina se despidió de Pulgarcita. La pequeña abrió el agujero que había hecho el topo en el techo del túnel, y el sol entró brillante y cálido.

—Ven conmigo —dijo la golondrina—. Puedes sentarte en mi espalda y te llevaré lejos, al bosque verde.

Pero Pulgarcita sabía que la ratona se entristecería si la abandonaba así.

—No puedo —dijo con pesar.

—Entonces adiós, adiós, dulce niña buena —dijo la golondrina, y salió volando hacia el sol.

Pulgarcita la siguió con la mirada, y sus ojos se llenaron de lágrimas porque quería mucho a la golondrina.

—¡Quivit, quivit! —cantó el pájaro mientras se alejaba hacia el bosque verde.

Pulgarcita estaba muy triste. No le permitían salir al sol. El trigo sembrado en el campo sobre la casa de la ratona creció tan alto que para la pequeña era como un denso bosque.

—Este verano debes preparar tu ajuar —le dijo la ratona—. El topo te ha pedido en matrimonio. ¡Serás la esposa del topo! Tendrás que tener ropa de lana y de lino. Nada te faltará cuando seas la señora del topo.

Pulgarcita tuvo que hilar todo el día, y la ratona contrató a cuatro arañas para que tejieran día y noche. Cada tarde, el topo venía de visita y siempre hablaba de lo mismo: cuando terminara el verano y el sol dejara de calentar tanto la tierra, se celebraría la boda. Pulgarcita no estaba nada contenta, pues el topo le parecía muy aburrido.

Cada mañana, al salir el sol, y cada tarde, cuando se ponía, Pulgarcita se escabullía hasta la puerta. Cuando el viento separaba las espigas de trigo, podía ver el cielo azul y pensaba en lo hermoso y brillante que era el mundo exterior. Deseaba con todo su corazón volver a ver a su querida golondrina, pero el pájaro no volvió. Seguramente estaba muy lejos, en el hermoso bosque verde.

Llegó el otoño y el ajuar de Pulgarcita estaba listo.

—Dentro de cuatro semanas será la boda —anunció la ratona.

Pulgarcita lloró y dijo que no quería casarse con el aburrido topo.

—¡Tonterías! —dijo la ratona—. No seas terca o te morderé con mis dientes blancos. Vas a tener un marido espléndido. ¡Ni la reina tiene un abrigo de terciopelo como el suyo! Su cocina y su bodega están llenas. Deberías dar gracias a Dios por él.

Llegó el día de la boda. El topo vino a buscar a Pulgarcita para llevarla a vivir con él en lo profundo de la tierra, donde nunca vería el cálido sol, porque el topo no lo soportaba. La pobre niña estaba muy triste por tener que despedirse del hermoso sol, que al menos en casa de la ratona podía ver desde la puerta.

—¡Adiós, brillante sol! —exclamó, y extendió sus brazos hacia el cielo. Dio unos pasos fuera de la casa de la ratona, pues ya habían cosechado el trigo y solo quedaban los rastrojos secos—. ¡Adiós, adiós! —dijo, y abrazó una pequeña flor roja que crecía allí—. Saluda a mi querida golondrina si la ves.

—¡Quivit, quivit! —escuchó de pronto sobre su cabeza.

Miró hacia arriba. Era la golondrina que pasaba justo en ese momento. En cuanto vio a Pulgarcita, se alegró muchísimo. La pequeña le contó que no quería casarse con el feo topo y vivir bajo tierra sin ver jamás el sol. Y mientras hablaba, no podía contener las lágrimas.

—Viene el frío invierno —dijo la golondrina—. Voy a volar a los países cálidos. ¿Quieres venir conmigo? Puedes sentarte en mi espalda. Solo átate con tu cinturón y volaremos lejos del feo topo y su oscura casa, muy lejos, sobre las montañas, hasta los países cálidos donde el sol brilla más hermoso que aquí, donde siempre es verano y hay flores maravillosas. Vuela conmigo, querida Pulgarcita, tú que me salvaste la vida cuando yacía congelada en el oscuro túnel.

—¡Sí, iré contigo! —exclamó Pulgarcita.

Se sentó en la espalda del pájaro, apoyó los pies en sus alas extendidas y ató su cinturón a una de las plumas más fuertes. La golondrina se elevó por los aires, sobre bosques y lagos, sobre montañas cubiertas de nieve eterna. Pulgarcita sentía frío en el aire helado, pero se acurrucó entre las cálidas plumas del pájaro, asomando solo su cabecita para admirar todas las maravillas bajo ella.

Llegaron a los países cálidos. El sol brillaba mucho más que en el norte, el cielo parecía dos veces más alto, y en las laderas crecían las uvas más deliciosas. En los bosques había limones y naranjas, el aire olía a mirto y menta, y por los caminos corrían niños encantadores jugando con grandes mariposas de colores.

Pero la golondrina siguió volando, y el paisaje se volvía cada vez más hermoso. Bajo majestuosos árboles verdes, junto a un lago azul, había un palacio de mármol blanco brillante, muy antiguo. Las enredaderas trepaban por sus altas columnas, y en lo alto había muchos nidos de golondrinas. Uno de ellos era el hogar de la golondrina que llevaba a Pulgarcita.

—Esta es mi casa —dijo la golondrina—. Pero si quieres, puedes elegir una de las espléndidas flores que crecen allá abajo y te dejaré en ella. Serás la más feliz de las criaturas.

—¡Qué maravilla! —exclamó Pulgarcita, aplaudiendo con sus manitas.

En el suelo yacía una gran columna de mármol blanco que se había caído y partido en tres pedazos. Entre ellos crecían las más hermosas flores blancas. La golondrina descendió con Pulgarcita y la depositó sobre uno de los anchos pétalos. ¡Cuál fue su sorpresa al ver en el centro de la flor a un hombrecito tan pequeño y delicado como ella, transparente como si fuera de cristal! Llevaba una preciosa corona de oro en la cabeza y alas transparentes en los hombros. Era el ángel de la flor. En cada flor vivía un hombrecito o una mujercita como él, pero este era el rey de todos ellos.

—¡Qué hermoso es! —susurró Pulgarcita a la golondrina.

El pequeño príncipe se asustó mucho con la golondrina, que era como un pájaro gigante para él, pero cuando vio a Pulgarcita, se llenó de alegría. Era la muchacha más hermosa que jamás había visto. Se quitó la corona de oro y la puso sobre la cabeza de Pulgarcita. Le preguntó cómo se llamaba y si quería ser su esposa y convertirse en la reina de todas las flores.

Este sí era un marido muy diferente del hijo del sapo o del topo con su abrigo de terciopelo negro. Pulgarcita aceptó al hermoso príncipe, y de cada flor salió una dama o un caballero, cada uno con un regalo para ella. El mejor de todos fue un par de hermosas alas transparentes de una gran mosca blanca. Se las sujetaron a la espalda y así pudo volar de flor en flor.

Hubo gran alegría. La golondrina, desde su nido arriba, cantó para ellos lo mejor que pudo, aunque en su corazón estaba triste porque quería mucho a Pulgarcita y hubiera deseado no separarse jamás de ella.

—Ya no te llamarás Pulgarcita —le dijo el ángel de la flor—. Es un nombre feo y tú eres tan hermosa. Te llamaremos Maya.

—¡Adiós, adiós! —cantó la golondrina, y emprendió el vuelo de regreso desde los países cálidos hasta Dinamarca, donde tenía un nido junto a la ventana de un hombre que cuenta cuentos de hadas. Para él cantó “¡Quivit, quivit!”, y así es como conocemos toda esta historia.

— Fin —


Moraleja de Pulgarcita

Este hermoso cuento de Andersen nos deja varias enseñanzas:

La bondad siempre es recompensada. Pulgarcita cuidó a la golondrina sin esperar nada a cambio, y fue precisamente el pájaro quien la salvó de un destino infeliz.

No debemos conformarnos con una vida que no nos hace felices. Pulgarcita rechazó dos matrimonios de conveniencia (con el sapo y el topo) porque su corazón sabía que merecía algo mejor.

La perseverancia ante las adversidades. A pesar de todos los peligros y dificultades, Pulgarcita nunca perdió la esperanza y finalmente encontró la felicidad.

La verdadera belleza está en el interior. Aunque el topo era rico y el sapo insistente, ninguno valoraba lo que realmente importaba. El príncipe de las flores la amó por quien era.


Versión Corta de Pulgarcita

Una mujer desea tener una hija y una hechicera le da una semilla mágica. De la flor que crece nace Pulgarcita, una niña del tamaño de un pulgar. Un sapo la secuestra para casarla con su hijo, pero unos peces la ayudan a escapar. Luego un escarabajo la abandona y queda sola en el bosque. En invierno, una ratona la acoge, pero quiere casarla con un topo rico y aburrido. Pulgarcita encuentra una golondrina moribunda y la cuida hasta que se recupera. Cuando está a punto de casarse con el topo, la golondrina regresa y la lleva a un país cálido donde conoce al príncipe de las flores, con quien se casa y vive feliz.


Datos Curiosos del Cuento

  • Publicación: Hans Christian Andersen publicó Pulgarcita (Tommelise en danés) en 1835, en su segunda colección de cuentos de hadas.
  • Inspiración autobiográfica: Muchos estudiosos creen que Andersen se identificaba con Pulgarcita, ya que él mismo se sentía diferente y fuera de lugar en la sociedad de su época.
  • El nombre Maya: Al final del cuento, Pulgarcita recibe el nombre Maya, que significa “ilusión” en sánscrito, sugiriendo que encontró su verdadera identidad.
  • Conexión con la naturaleza: Andersen era un profundo amante de la naturaleza, y este cuento refleja su fascinación por el mundo de las flores y los insectos.
  • Adaptaciones: El cuento ha sido adaptado múltiples veces, incluyendo la película animada de Don Bluth “Thumbelina” (1994).
  • Símbolo feminista: Algunos académicos interpretan el cuento como una historia de empoderamiento femenino, donde la protagonista rechaza matrimonios impuestos y elige su propio destino.

Preguntas Frecuentes

  1. ¿Quién escribió el cuento de Pulgarcita? El cuento fue escrito por Hans Christian Andersen, el famoso autor danés de cuentos de hadas. Lo publicó en 1835 como parte de su segunda colección de cuentos.
  2. ¿Cuál es la moraleja de Pulgarcita? El cuento enseña que la bondad es recompensada, que no debemos conformarnos con una vida infeliz, y que la perseverancia ante las dificultades nos lleva a encontrar nuestro verdadero lugar en el mundo.
  3. ¿Por qué se llama Pulgarcita? Se llama así porque la niña era diminuta, no más grande que un pulgar. En el original danés su nombre es “Tommelise” (del dedo pulgar). Al final del cuento recibe el nombre Maya.
  4. ¿Es Pulgarcita un cuento apropiado para dormir? Sí, es excelente para dormir. Aunque tiene momentos de tensión, el final es feliz y reconfortante, dejando al niño con una sensación de paz y esperanza.
  5. ¿Qué animales aparecen en Pulgarcita? Aparecen un sapo y su hijo, peces que la ayudan a escapar, una mariposa, un escarabajo, una ratona de campo, un topo y una golondrina. Cada uno representa diferentes aspectos del mundo adulto.
  6. ¿Cuánto mide Pulgarcita? Según el cuento, Pulgarcita mide exactamente una pulgada de altura (aproximadamente 2.5 centímetros), lo que la hace más pequeña que un dedo pulgar.

Otros cuentos de Hans Christian Andersen:

Cuentos con protagonistas pequeños:

  • Pulgarcito (Perrault)
  • Los Duendes y el Zapatero
Eliana

Eliana

Su trabajo ha ayudado a miles de estudiantes de habla hispana a encontrar cursos certificados, libros académicos en PDF y programas de formación que se adaptan a sus necesidades sin comprometer su presupuesto. Cada artículo que escribe incluye análisis detallados, guías paso a paso y recomendaciones prácticas para aprovechar al máximo los recursos educativos digitales.

¿Tienes alguna pregunta o comentario?

Your email address will not be published.